
Señor, mi Dios, deseo seguir tu camino y no lo hallo, necesito seguir tu luz y tus huellas,indicame, iluminame, no me dejes entre tantos callejones sin salida, entre tantos caminos por recorrer, sin saber ¿Cuál es el correcto?. Permite que tu luz siempre este encendida para mi, ya que de pronto, en la dura travesía de mis días encuentro algunos que se me tornan en tinieblas. Señor las ventanas de mi alma están abiertas para tí, esperando tu misericordia infinita. Señor yo sé que estás allí en la naturaleza creada para nosotros y que el hombre día a día destruye sin importarle nada, ni nadie, que tristeza siente mi corazón cuando se destruye un árbol, que guarda el nido del pájaro, que da sombra y cobijo a otras plantas más pequeña, cuando nos purifica el aire que respiramos, tantos años que ha tardado ese árbol en crecer, y unas manos asesinas lo llevan a su fín, por lograr mezquinos intereses, que angustia ver morir a tantas especies marinas, por la contaminación del más preciado de los líquidos. Señor quiero sentir tu presencia en cada tibio amanecer, oir tu voz a través del canto de los pájaros, ver tu sonrisa y tu ternura reflejada en la cara de algún niño, percibir tu aroma en el olor de las flores cuando abren lentamente sus pétalos frescos cubiertos de rocío, cuando acaricias mi piel con los tibios rayos de sol mañanero, y en la noche me deseas dulces sueños brindándome la luz de la luna.
 

 



 




 








































 




















 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 












 Lord Byron, el gran poeta inglés, sentía profundo afecto por los perros y, explicablemente con mayor intensidad por el suyo, un bello terranova llamado Boatswain. El noble animal enfermó de mal de rabia, pero nunca mordió a nadie, sino a sí mismo.
Se cuenta que el poeta le curaba solícitamente y no tenía miedo ni escrúpulo para limpiar, con su mano desnuda, la boca llena de baba del pobre perro. Y cuando éste murió, Byron hizo grabar en el pedestal del monumento que construyó en su memoria, y el cual soportaba una urna antigua, el siguiente epitafio:
"Cerca de este lugar, reposan los restos de un ser, que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad, y todas las virtudes del hombre sin sus vicios.
Este elogio, que constituiría una absurda lisonja, si estuviera escrito sobre cenizas humanas, no es más que un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro nacido en Terranova, en mayo de 1803, y muerto el 18 de noviembre de 1808".
Lord Byron, el gran poeta inglés, sentía profundo afecto por los perros y, explicablemente con mayor intensidad por el suyo, un bello terranova llamado Boatswain. El noble animal enfermó de mal de rabia, pero nunca mordió a nadie, sino a sí mismo.
Se cuenta que el poeta le curaba solícitamente y no tenía miedo ni escrúpulo para limpiar, con su mano desnuda, la boca llena de baba del pobre perro. Y cuando éste murió, Byron hizo grabar en el pedestal del monumento que construyó en su memoria, y el cual soportaba una urna antigua, el siguiente epitafio:
"Cerca de este lugar, reposan los restos de un ser, que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad, y todas las virtudes del hombre sin sus vicios.
Este elogio, que constituiría una absurda lisonja, si estuviera escrito sobre cenizas humanas, no es más que un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro nacido en Terranova, en mayo de 1803, y muerto el 18 de noviembre de 1808".

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