Hoy al despertar, mis pensamientos han volado con la magia del recuerdo hacia ti.
¿Dónde estás? Le he preguntado a mi almohada y ella cómplice de mi secreta ilusión, en silencio se quedo.
Tengo sed, sed de tí, de refrescarme en el claro manantial de tu piel, de tu alma y de tu mente.
Ahora desearía convertirme en frágil mariposa de alas policromadas y llegar a ti, acariciar tu cara
con el batir suave de mis alas y darte el calor que ahora tal vez recibes de mi generoso y brillante sol.
Pienso en tu mirada cual llama que enciende mi corazón evaporando tormentas.
Te necesito en mis sueños y te extraño al despertar.
¿Sabes que paso?
Que al bailar junto a tu cuerpo y sentir tu gran pasión, ya sobraron las palabras y me hice dueña de tu amor.
amor
Lord Byron, el gran poeta inglés, sentía profundo afecto por los perros y, explicablemente con mayor intensidad por el suyo, un bello terranova llamado Boatswain. El noble animal enfermó de mal de rabia, pero nunca mordió a nadie, sino a sí mismo.
Se cuenta que el poeta le curaba solícitamente y no tenía miedo ni escrúpulo para limpiar, con su mano desnuda, la boca llena de baba del pobre perro. Y cuando éste murió, Byron hizo grabar en el pedestal del monumento que construyó en su memoria, y el cual soportaba una urna antigua, el siguiente epitafio:
"Cerca de este lugar, reposan los restos de un ser, que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad, y todas las virtudes del hombre sin sus vicios.
Este elogio, que constituiría una absurda lisonja, si estuviera escrito sobre cenizas humanas, no es más que un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro nacido en Terranova, en mayo de 1803, y muerto el 18 de noviembre de 1808".
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