Eres mi niño y mi hombre,
pequeño, grande,como tu nombre.
Pureza y malicia, a veces huracán
que con brisa suave me acaricia.
Eres súbdito ó realeza eso a mi no me interesa,
solo pienso en la grandeza que esconde tu cabeza.
Puedo escribir con verdadera certeza, y sentir
lo que de ti me embelesa, son los lagos de esos ojos,
que reflejan tristeza, más no es tristeza,ni violencia,
Es la sabiduría que te ha dado la experiencia.
Experiencia de la vida que a tus cortos años,
para muchos permanece escondida, pues eres
joven entre los viejos y viejo entre los jóvenes.
¡Hombre nunca dejes de ser niño!
¡Niño, crece pronto! ten orgullo de ser hombre.
Lord Byron, el gran poeta inglés, sentía profundo afecto por los perros y, explicablemente con mayor intensidad por el suyo, un bello terranova llamado Boatswain. El noble animal enfermó de mal de rabia, pero nunca mordió a nadie, sino a sí mismo.
Se cuenta que el poeta le curaba solícitamente y no tenía miedo ni escrúpulo para limpiar, con su mano desnuda, la boca llena de baba del pobre perro. Y cuando éste murió, Byron hizo grabar en el pedestal del monumento que construyó en su memoria, y el cual soportaba una urna antigua, el siguiente epitafio:
"Cerca de este lugar, reposan los restos de un ser, que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad, y todas las virtudes del hombre sin sus vicios.
Este elogio, que constituiría una absurda lisonja, si estuviera escrito sobre cenizas humanas, no es más que un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro nacido en Terranova, en mayo de 1803, y muerto el 18 de noviembre de 1808".
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