En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta. En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez, un estanque maravilloso, era una laguna de aguas cristalinas y puras donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde y el azul se reflejaban permanentemente, hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía: la Tristeza y la Furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, entraron al estanque. La Furia, siempre apurada, siempre urgida sin saber por que se bañaba tan rápidamente y se salía del agua... pero la Furia es ciega, y no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso al salir, la primera ropa que encontró. Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza, y así, vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy clara y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde este, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro y sin conciencia del paso del tiempo, con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba, y si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia. Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, que intenta ser ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, oculta y silente... esta escondida una gran tristeza.
Lord Byron, el gran poeta inglés, sentía profundo afecto por los perros y, explicablemente con mayor intensidad por el suyo, un bello terranova llamado Boatswain. El noble animal enfermó de mal de rabia, pero nunca mordió a nadie, sino a sí mismo.
Se cuenta que el poeta le curaba solícitamente y no tenía miedo ni escrúpulo para limpiar, con su mano desnuda, la boca llena de baba del pobre perro. Y cuando éste murió, Byron hizo grabar en el pedestal del monumento que construyó en su memoria, y el cual soportaba una urna antigua, el siguiente epitafio:
"Cerca de este lugar, reposan los restos de un ser, que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad, y todas las virtudes del hombre sin sus vicios.
Este elogio, que constituiría una absurda lisonja, si estuviera escrito sobre cenizas humanas, no es más que un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro nacido en Terranova, en mayo de 1803, y muerto el 18 de noviembre de 1808".
11 comentarios:
Que bello! muchas veces la tristeza se ha vestido de furia.besos
sentimientos que caminan cerca? me encantó la frase "o donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...".
Beisot,s
cuando no nos sentimos bien nuestras penas nos juega extrañas bromas...
besos
baci
Es un cuento con moraleja que me ha gustado mucho. Solemos disfrazar los sentimientos.
Un beso lindo
Que belleza, me gusto mucho tu entrada de hoy.
Un besito.
Excelente y muy cierto. También muchas veces nos encontramos que la tristeza, en el fondo no es más que el enojo y la furia contra lo inevitable.
Besos
La Furia y la Tristeza!
Cuanto tiempo desde que lo leí por primera vez ... me ha gustado recordarlo. Gracias!
Un besote!
furia sin llegar a nada y tristeza de las injusticias varias besitos maria
Bellísima entrada. Recién te visito y me gusta lo que leo.
Un beso enorme.
La tristeza nos convierte en furia... y tenemos q recapacitar antes de dañar..
GRACIAS!!
te quiero un beso
Sol y Luna, lindo relato mi apreciada amiga, me sigo poniendo al dia con tus publicaciones, te felicito por tu trabajo, brillante mi estimada amiga. Un abrazo
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